Tam Tam Go
El surtidor
«Volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo». Eso es lo que intentábamos hacer mientras cambiábamos los tórridos veranos peninsulares, por los templaditos inviernos Americanos. Con más o menos fortuna cada cual consumía técnicas distintas para disimular el miedo a volar, unos con ayuda de la química, otros con conversaciones soporíferas sobre managers, nuevos discos o canciones que quedaron en el tintero.
Yo particularmente siempre he preferido cosas como La Insoportable levedad del ser, no falla, tres páginas y estás roncando. Pero estábamos recordando un viaje a la Gran Manzana veinte años atrás, cuando el subirse a un avión era algo sencillo y los escarceos con las azafatas suponían ingresar en el selecto club de los que habían hecho el amor a cinco mil pies de altura.
Asunción en avión fue la constatación de que las vivencias hacen las canciones, y a esta la incluiríamos en nuestro siguiente álbum. Desde entonces prometo por el honor de un guitarrista diestro, que si el pacharán es un noble licor que en la mayoría de los casos embriaga con dulces sentimientos, lo de hacer el amor de altura, es una buena manera de pasar el charco, aunque aconsejo tener siempre un plan B por si las hijas del viento desatan tempestades.
PD: También se nos ocurrió por esa época la idea de tener un surtidor de gasolina en el escenario, por si algún día subía el precio tanto como los aviones «el tiempo nos dio la razón».
Tam Tam Go!